En la Capilla Sixtina, sede del Cónclave, donde todo habla de la presencia de Dios
A partir del 7 de mayo, los cardenales electores se reunirán en un lugar espiritual y artístico especial, inmersos en la belleza de la capilla pintada al fresco por Miguel Ángel y fortalecidos por su significado teológico. Juan Pablo II también se detuvo en la admirable visión del «Divino Artista» en sus poéticas meditaciónes «Tríptico Romano»: «Es necesario que, con ocasión del cónclave, Miguel Ángel enseñe al pueblo».
Paolo Ondarza y Eugenio Murrali - Ciudad del Vaticano
Llama la atención, serena las almas. El gesto imperioso y sereno del Cristo juez de Miguel Ángel es el centro y motor del movimiento, amplio y rotatorio, de las aproximadamente cuatrocientas figuras entre almas, santos, ángeles y condenados que componen el gran muro -de unos 14 por 12 metros- detrás del altar de la Capilla Sixtina. En este lugar, cumbre del arte y la espiritualidad, se elegirá en los próximos días al sucesor de Pedro.
Bajo la mirada de Jesús y María
En el centro del Juicio Final, el Hijo de Dios está sentado semidesnudo sobre las nubes, con el brazo izquierdo descubre el costado traspasado, con el derecho levantado anuncia la proclamación del veredicto. A su lado, con él inserta en una almendra de luz, está la Virgen María: siempre ha intercedido por la salvación de los hombres, ahora tiene la cabeza vuelta hacia otro lado, casi resignada. Ya no puede intervenir, sólo esperar las palabras de su Hijo. La mirada maternal de la Virgen se dirige a la derecha, a los elegidos que ascienden al cielo en el panel con la resurrección de la carne; la mirada severa de Cristo se dirige a las almas condenadas, desesperadas y angustiadas, conducidas por los demonios a la boca del infierno. Algunos intentan en vano salvarse de la condena eterna subiendo vanamente a las nubes.
Caronte y Minos
En la parte inferior de la composición, Caronte, el timonel del infierno, golpea y obliga con su remo a los condenados a bajar de la barca para llevarlos ante Minos. El juez infernal, con largas orejas de asno, tiene el cuerpo envuelto en las espirales de una serpiente que muerde sus genitales para simbolizar el fin de la humanidad. La referencia a Dante, representado entre las almas benditas, es evidente.
Las figuras de los santos
El plasticismo escultórico de Miguel Ángel, inspirado en las obras maestras del Laocoonte o el Torso, conservadas en el Patio de las Estatuas del Vaticano por Julio II, connota también las figuras de los santos Pedro con las llaves, Lorenzo con la parrilla, Catalina de Alejandría con la rueda dentada, Sebastián, arrodillado con las flechas en la mano, y Bartolomé con la piel, que le arrancaron los verdugos, entre las manos: en ella, el artista representa su rostro deformado y angustiado. Entre estos retratos de los héroes de la fe, estudios recientes han identificado también el rostro de María Magdalena, apóstol de la esperanza, cuya fiesta litúrgica, por deseo del Papa Francisco, desde 2016 se celebra cada 22 de julio: la mujer, modelo de arrepentimiento, perdón y redención del pecado, se ha identificado con la figura de cabellos rubios que besa la gran cruz situada en el extremo izquierdo de Cristo juez.
La visión de los Cónclaves
En el mismo Tríptico Romano, como explicó el entonces cardenal Ratzinger el 6 de marzo de 2003 en la presentación de la obra, «la contemplación del Juicio Final, en el epílogo del segundo panel, es quizá la parte (...) que más conmueve más al lector. De la mirada interior del Papa surge de nuevo el recuerdo del Cónclave de agosto y octubre de 1978. Como yo también estuve allí, sé bien cómo nos expusieron aquellas imágenes en las horas de la gran decisión, cómo nos interpelaron; cómo insinuaron en nuestras almas la grandeza de la responsabilidad».
«Que a ellos hable la visión de Miguel Ángel»
Estas son las palabras de Juan Pablo II en el Tríptico Romano: «Así fue en agosto y luego en octubre, del año memorable de los dos cónclaves / y así volverá a ser, cuando surja la necesidad después de mi muerte. / Para ello, debe hablarles la visión de Miguel Ángel. / “Con-clave”: una preocupación compartida por el legado de las llaves, las Llaves del Reino. / He aquí que se ven entre el Principio y el Fin, / entre el Día de la Creación y el Día del Juicio. / ¡Al hombre le es dado morir una vez y luego el Juicio! / Una final transparencia y luz. / La transparencia de los acontecimientos - / La transparencia de las conciencias - / Es necesario que, en el cónclave, Miguel Ángel enseñe al pueblo - / No lo olvidéis: Omnia nuda et aperta sunt ante oculos Eius - / ¡Tú que todo lo penetras - indica! / Él señalará...».
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